Una música de inframundo, donde el protagonista era el duelo y la antagonista la lluvia, sonaba durante la despedida triunfal.
Es difícil hallar solución al descontento.
Es brutal lanzar abrazos al mundo y obtener por respuesta golpes de furia en las costillas.
A su paso tan sólo abandonó certezas y una pizca de sabiduría compartida por el intercambio sellado con saliva y sangre.
Hay momentos en que la risa no es una muerte de la razón, sino una extravagancia de las emociones. Una promesa incumplida.
Hubo dos manos que de tanto entrelazarse se anudaron como sogas marineras. Y el salitre del mar se unió a la dulzura de la montaña y hubo una explosión de consecuencias irreparables.
Y mi garganta intenta gritar con una furia de esqueleto insensible, donde las palabras ni siquiera sirven para lanzar ráfagas de rabia hacia la luna.
Ahora sus pasos se enfilan hacia el sur y mi ánimo hacia el molino de sus labios.