Escritos y reflexiones sobre poesía y literatura.
Y el puñal fue directo a tu pecho. Te marcó por dentro, por fuera, por sangre y por carne. Te quedaste muda, imaginaria, perfecta con la luminosidad del momento. Intentaste morir, pero descubriste que para ti no era posible, que esa maldición en ti no tenía efecto. Como un maleficio fonético o una sinfonía condenada a ser oída una y otra vez, se cerraba la herida, desaparecían las siete puñaladas de tu inusual cuerpo.
Nos equivocamos en el momento de conocernos.
Como quien confunde el día de una cita.
La hora y el lugar eran correctos. Pero no la fecha
(Hombres sin mujeres, Haruki Murakami)
Hay personas que te cruzas una y otra vez sin conocerlas. Personas que, por una o por otra razón, el destino decide no poner en tu camino de forma súbita sino ir fraguando el encontronazo de forma clandestina.
La vida, muchas veces, te va preparando. A veces con casi-choques fortuitos en calles perdidas del centro de la ciudad. Otras con casi-coincidencias en sesiones de cine para la misma película de autor.
Cosas que, obviamente, no se descubren hasta que se produce el definitivo encuentro.
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