Escritos y reflexiones sobre poesía y literatura.
“Pero... ¿dónde está?”, se preguntó Jasón, a la vez que contemplaba su rostro en el sucio espejo de la cómoda. Llevaba largos minutos auscultando sus facciones como si estuviera enfermo. Se palpaba las sienes, se acariciaba con grave melancolía el dorso de las manos, pervertía la elasticidad de sus orejas tirando de ellas para soltarlas después. Y todo buscándola. Intentando hallar de nuevo la inspiración perdida.
A su paso tan sólo dejó un quejido de ausencia y mil años de inútil peregrinaje.
Como un vagabundo sin corteza espinal que recorre el fuego tocado por el zafiro de la noche.
Sus ojos de Arabia convirtieron el calor del invierno en un balcón con vistas al mar.
Un Mediterráneo que, por poco visto, inunda las playas de arcilla y las olas de suspiros.
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