Escritos y reflexiones sobre poesía y literatura.
Y el puñal fue directo a tu pecho. Te marcó por dentro, por fuera, por sangre y por carne. Te quedaste muda, imaginaria, perfecta con la luminosidad del momento. Intentaste morir, pero descubriste que para ti no era posible, que esa maldición en ti no tenía efecto. Como un maleficio fonético o una sinfonía condenada a ser oída una y otra vez, se cerraba la herida, desaparecían las siete puñaladas de tu inusual cuerpo.
Me caí a oscuras, pero me levanté mirando directo hacia la luz.
No había precisiones, tan sólo un baile de estrellas y demonios que me hacía parecer un ángel. Y un beso que se me antojaba esclavo, y una risa que me arraigaba dentro. Mis ojos que lloraban por lograr ver, y mis manos que competían por escribir algo hermoso.
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